Ya sabes que solía decir “No tengo tiempo”. Y lo creía de verdad. Pensaba que no tenía tiempo para entretenerme en la máquina de café. Para llamar a mis padres. Para apuntarme a clases de canto. Para comer sano. Todo eso lo haría después. No me preguntes después de qué. Cosas de Mickey Mouse.
Hasta que un día me di cuenta: ¡Pero si lo único que tengo es tiempo! Veinticuatro horas al día. Y la única persona que manda sobre esas 24 horas soy yo. No es mi jefe, no son las obligaciones, mis circunstancias. Tengo absoluta libertad para decidir a qué dedico mi tiempo. Además, soy la única con potestad para hacerlo.
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Siempre sentía que ya tendría que estar haciendo “lo siguiente”.
Cuando estaba contigo, estaba pensando en la llamada que tenía que hacer. Cuando hacía la llamada, me estaba acordando de la reunión pendiente para la que tenía que preparar una propuesta que aún no había empezado porque había estado preparando el forecast del nuevo año. Cuando estaba de camino a la reunión veía a la gente corriendo en el Retiro, lo cual me recordaba que debería hacer más deporte. Llegaba a los sitios con la lengua fuera y el alma en otro lugar. Literalmente “estaba que no estaba”. |
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¿Qué convierte a una vida en una vida bien vivida? En este blog trato las claves que me voy encontrando en mi experiencia, en mi práctica de coaching y en mis clases y talleres. Sin un orden particular. Déjame tus preguntas y reflexiones en los comentarios. Archivos
Diciembre 2018
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