Hey, has pinchado en este post. Debe ser que te interesa tener una buena vida. Yo he hecho lo mismo durante muchos años. No estaba muy contenta con la que tenía. No por lo que tenía o dejaba de tener, ni por lo que hacía o dejaba de hacer, sino por cómo me sentía. Porque al final, si te sientes bien, puedes decir que tienes una buena vida, ¿verdad? Además, otra persona en mi lugar se podría haber sentido genial. Al igual que alguien podría estar quejándose de la vida que yo tengo ahora y que me hace sentir tan bien. ¿Es perfecta? Si te refieres a que no tengo un solo problema, está lejos de serlo. Si te refieres a que todo el día estoy haciendo lo que me dé la gana, tampoco lo es. ¿Entonces por qué siento que mi vida ahora es buena? Porque puedo elegir cómo interpreto las cosas que me pasan. Y puedo elegir la interpretación que me haga sentir mejor. La que sea más constructiva para mi y para los que me rodean. Esto parece muy simple. Y lo es. Tan simple que durante muchos años lo pasé por alto. Pensaba que mi reacción a las cosas que me ocurrían era inevitable, y la única posible. Si llegaba tarde, me sentía agobiada y conducía más deprisa. Si perdía un concurso por el que habíamos dado todo, me sentía fracasada. En silencio. Si por un pico de trabajo no conseguía llegar a mis horas de descanso, me sentía víctima. De yoquéséqué. Más tarde, en primero de coaching, aprendí que la cosa funciona así: Hecho --> Interpretación --> Emoción --> (Re)acción Aaaah… O sea, que cómo interpreto los hechos determina cómo me siento, y no los hechos en si. Porque mira: 1. Hecho objetivo: llueve cuando voy a salir de casa. 2. A ese hecho le doy una interpretación. Vaya mierda de tiempo; así voy a estar todo el día con el pelo como unos espaguetis y eso que tengo tres reuniones. 3. Esa interpretación me hace sentir amargada. 4. Y esa emoción hace que salga con una cara de vinagre que ríete del pelo de espagueti. Sin embargo, podría pensar que la lluvia viene bien para limpiar el ambiente, para regar el campo, incluso que es una excelente ocasión para estrenar katiuskas. Porque nada es por definición bueno o malo. La interpretación de los hechos me toca a mi. Sin el punto 2 no hay punto 3. En realidad, los acontecimientos son como el tofu: neutros (thank you, Jason Goldberg!). Mi interpretación de los acontecimientos es el condimento, lo que le da el sabor. Bueno o malo, según yo elija. El tofu viene dado. El condimento lo decido yo. Y para qué voy a estropear un alimento neutro con un condimento malo. Digo yo. Mi amiga Bego me lo hizo ver claro hablando sobre su separación. Cuando yo pensaba en separaciones en términos de dramones, ella dijo que agradecía a su ex marido que le hubiera dejado, porque no hubiera hecho todas esas cosas emocionantes que hizo después de su separación, no hubiera conocido al que hoy es su pareja, ni se hubiera conocido a si misma en esas nuevas circunstancias. Se hubiera perdido muchas cosas que le han hecho la persona que es hoy. Seguro que te ha pasado en alguna ocasión. Recuerda un hecho de tu vida que en su momento te pareció lo peor que te podía pasar, y por lo que sufriste mucho. Y mira ese hecho desde tu óptica actual, sabiendo lo que sabes ahora. ¿Fue tan devastador? ¿O tuvo hasta su lado bueno? ¿Qué te enseñó aquella experiencia? ¿Para qué se cruzó ese hecho o esa persona en tu camino? ¿O para qué salió de tu vida? ¿Qué te permitió hacer o sentir que de otra manera te hubieras perdido? Y ahora piensa: ¿te podrías haber ahorrado algo de sufrimiento? Como dice Rich Litvin: el dolor es inevitable; el sufrimiento opcional. Esto también se aplica a los hechos cotidianos más nimios. Cómo reacciono a un comentario desagradable, a un cambio de planes, a una reunión que no salió como esperaba. De entre todas las posibles interpretaciones, ¿cuál elijo? Porque fíjate: el día pasa de todas formas; me queje o no, lo disfrute o no, me ría o no. Al día le da exactamente igual. ¿Entonces para qué me quejo, me enfado o me preocupo? ¿Qué gano? ¿Y qué pierdo? ¿Y si simplemente me saltara esa parte? Claro, hay días que me apetece quejarme. Me enfado porque quiero. Me autocompadezco y me vuelvo a la cama con un litro de helado. Mientras decida conscientemente hacerlo porque quiero, ningún problema. El problema empieza cuando soy víctima inconsciente de esos sentimientos. Cuando caigo presa de mi primera interpretación de algún acontecimiento externo y reacciono de forma automática y condicionada a lo que yo considero “algo horrible” o “algo insultante”. Cuando tiro de la reacción “por defecto”, la que tan bien tengo aprendida. Cuando no me doy cuenta de que hay otra opción. De que puedo parar, elegir mi interpretación y con ello mi reacción. ¿Por qué no experimentas un poco con este simple hecho de aplastante lógica? EXPERIMENTO La próxima vez que vayas a cabrearte, auto-culparte o cualquier otra reacción que no te aporta, para un momento y elige la interpretación que te haga más feliz. Y observa qué ocurre. DEJA TU COMENTARIO
2 Comentarios
Bego
11/4/2017 10:56:24 am
Es curioso, pero precisamente hoy , después de haber pasado un fin de semana trabajando la energía personal llegaba a la misma conclusión. Todo lo veo desde la calma, desde el agradecimiento y la aceptación.
Responder
Deja una respuesta. |
Autor
¿Qué convierte a una vida en una vida bien vivida? En este blog trato las claves que me voy encontrando en mi experiencia, en mi práctica de coaching y en mis clases y talleres. Sin un orden particular. Déjame tus preguntas y reflexiones en los comentarios. Archivos
Agosto 2021
Categorías
Todo
|