Nunca tenía la sensación de plenitud. Siempre había más por conseguir. Más por hacer. Para poder sentirme realizada, feliz, equilibrada, en paz. La felicidad se había convertido en la metafórica zanahoria al final del palo. Y yo la perseguía sin descanso. Porque a veces la rozaba. Y siempre pensaba que con cada paso, con cada logro y cada objeto adquirido estaría más cerca de ella. “Cuando tenga mi propia agencia, por fin seré libre y podré hacer las cosas como a mi me gusta. No me importa trabajar mucho, lidiar con el riesgo y aprender gestionar el NO, mientras sea libre. Cuando pueda decidir mi propio destino, seré feliz. Llegué a tener mi agencia. Trabajaba mucho, lidiaba con el riesgo y aprendía a gestionar el NO. Era libre hasta cierto punto. Pero no me llegaba esa sensación de felicidad. “Cuando gane este cliente, por fin tendré los recursos necesarios para dedicar equipo y librarme de la sobrecarga. Y empezaré a vivir por fin. Haré yoga, dejaré de hacer noches, pasaré más tiempo con mi pareja, tendré tiempo para leer mis libros y por fin sentiré un equilibrio en mi vida.”
Gané el cliente, y aunque algo de tiempo libre me proporcionaba y algo mejoraba mi vida en ese sentido, no me sentía como me había prometido. “Cuando pierda estos 4 kilos rebeldes, me sentiré cómoda en mi cuerpo. Me compraré esos vaqueros ajustados y volveré a ponerme el bikini sin complejos.” Y cuando a duras penas perdí los 4 kilos, me había quedado sin pecho, tenía el pelo fatal y me habían salido nuevas arrugas. “Bueno, cuando me compre una crema de otra marca, me cambie de champú y me haga unos implantes…” “Cuando cambie a Mac y i-Phone, dejaré de gastar tiempo y energía inútil en la informática y me sentiré más productiva.” ¿Debo seguir? Aunque todas estas cosas mejoraban mi vida y por tanto eran deseables, nunca me hacían sentir del todo feliz. O por lo menos no me aportaban una felicidad duradera. Era como si cada vez que la rozaba, la felicidad se me escapaba. Y un día me dije: 40 años luchando como una posesa para conseguir la felicidad sostenida, sin llegar a experimentarla… Aquí algo falla. Para más inri, mirando hacia atrás, había conseguido gran parte de todas esas cosas que creía que me harían felices. Pero seguía con esa sensación de falta, de vacío. Así aprendí que:
Esto último suena a tópico, ya lo sé. Lo has oído mil veces y no te ha servido de nada. Has buscado dentro, no la has encontrado, y has vuelto a poner tu foco en cosas del mundo de fuera, que son más tangibles. Posesiones. Relaciones. Tiempo. Circunstancias. Un nuevo jefe. Un trabajo diferente. Ser mi propio jefe. Cuando los niños crezcan. Cuando nos compremos la casa con jardín en la Sierra. Cuando me jubile. Cuando… ¿Y si la felicidad no fuera algo que perseguir? ¿Y si no hubiera que hacer, comprar o conseguir nada para sentirla? ¿Y si no hiciera falta controlar el mundo de fuera para sentir paz por dentro? ¿Y si eligiera ser feliz mientras persigo las cosas que quiero conseguir para hacer mi vida mejor? ¿Y mientras afronto las dificultades? ¿Y mientras trabajo para hacer este mundo un lugar mejor? Es decir: ¿Se puede ser feliz independientemente de las circunstancias? Yo creo que sí. Porque en el fondo, no buscamos un resultado concreto, sino un sentimiento. Y los sentimientos dependen de nosotros; no de unas circunstancias externas. ¿No conoces a gente que daría un riñón por tener tus circunstancias? ¿Y gente que tiene las circunstancias que tú quieres pero no se encuentran demasiado felices? ¿No es todo eso relativo? Nuestros sentimientos provienen de nuestros pensamientos y no de circunstancias concretas. Nada es por definición bueno o malo. No existe algo así como una realidad objetiva; una sobre la que todos estamos de acuerdo. O como dice el coach americano Michael Neill en su charla de TED: nunca estás a más de un pensamiento de una experiencia totalmente diferente. Porque nosotros creamos nuestra experiencia a través de nuestros pensamientos. Pensamientos que sólo tienen sentido en el mundo que nos creamos a través de ese mismo pensamiento. Y eso me deja con la reflexión: ¿Y si la felicidad no fuera un destino, un lugar adónde llegar, sino un lugar de dónde partir? ¿Cómo funcionaría eso para ti?
1 Comentario
|
Autor
¿Qué convierte a una vida en una vida bien vivida? En este blog trato las claves que me voy encontrando en mi experiencia, en mi práctica de coaching y en mis clases y talleres. Sin un orden particular. Déjame tus preguntas y reflexiones en los comentarios. Archivos
Agosto 2021
Categorías
Todo
|