¿Cuándo fue la última vez que tuviste que apartar la maleza para hacer tus necesidades, armado de una bolsita de recoger caca de perros, un rollo de papel, y quizás una linterna de esas del estilo minero que no te hace parecer demasiado inteligente..?
¿Y desde cuándo no buscas un sitio para pasar la noche antes de que oscurezca? ¿O un lugar donde hacer un fuego para preparar el jabalí que acabas de cazar? Vale, esto último ha sido una ligera exageración. En mi caso suele ser un buen corte de ternera ecológica, comprada en la carnicería local. Pero ya entiendes a lo que voy. ¿Cuánto hace que no vuelves a lo básico? Todos los años mi chico y yo nos escapamos un mes con la furgo, para perdernos en sitios sin cobertura, buscar lugares para pasar la noche sin que nadie nos levante, improvisar duchas en pinares, tratar de enfriar la cerveza en el río, cuyo agua de forma incomprensible tiene un efecto más refrigerante en tus pies que en tu cerveza, pasar el día leyendo sin saber muy bien dónde estás, dar una vuelta para cargar el móvil, buscar piñas y ramas para encender la barbacoa, contemplar la puesta de sol en un lado de nuestra casa provisional, y a la mañana siguiente el amanecer en el otro lado, lavar el bañador en la ducha de la playa, cargar agua en la fuente, y compartir historias con pastores de ovejas, parroquianos en el bar de la aldea, u otros hippies furgoneteros como nosotros sobre el tema recurrente: ¿hay agua corriente?
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¿Qué convierte a una vida en una vida bien vivida? En este blog trato las claves que me voy encontrando en mi experiencia, en mi práctica de coaching y en mis clases y talleres. Sin un orden particular. Déjame tus preguntas y reflexiones en los comentarios. Archivos
Agosto 2021
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