Ya sabes que solía decir “No tengo tiempo”. Y lo creía de verdad. Pensaba que no tenía tiempo para entretenerme en la máquina de café. Para llamar a mis padres. Para apuntarme a clases de canto. Para comer sano. Todo eso lo haría después. No me preguntes después de qué. Cosas de Mickey Mouse. Hasta que un día me di cuenta: ¡Pero si lo único que tengo es tiempo! Veinticuatro horas al día. Y la única persona que manda sobre esas 24 horas soy yo. No es mi jefe, no son las obligaciones, mis circunstancias. Tengo absoluta libertad para decidir a qué dedico mi tiempo. Además, soy la única con potestad para hacerlo. Y de pronto me regalé 24 horas. No una vez, sino cada día. Veinticuatro horas frescas para ser rellenadas por mi cada día. Con lo que más importa. Con lo que más me llena. Con lo que más valor aporto para hacer de este mundo un lugar un poquito mejor.
Decidiendo lo que sí y lo que no hacía. Qué compromisos adquiría y cuáles dejaba pasar. Lo que aplazaba o lo que directamente dejaba de hacer. Simplificando mi vida, enfocándome en lo realmente importante. Porque “No tengo tiempo” es una mentira que nos contamos para justificar nuestra deficiente priorización. Ahora tengo tiempo para todo lo importante. ¿Y tú? Pd. Sigo siendo humana y de vez en cuando vuelvo a pensar que no tengo tiempo. Pero me pillo mi mentira antes de que vaya a más. Y eso es lo que recomiendo que hagas tú también.
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¿Qué convierte a una vida en una vida bien vivida? En este blog trato las claves que me voy encontrando en mi experiencia, en mi práctica de coaching y en mis clases y talleres. Sin un orden particular. Déjame tus preguntas y reflexiones en los comentarios. Archivos
Agosto 2021
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