No sé tú, pero yo durante muchos años me preocupaba por cómo me iban a salir las cosas. Cuando tomaba decisiones, trataba de “tomar la buena”, de “hacer lo correcto”. Y es gracioso, porque ¿acaso tenemos idea de lo que es “lo bueno” o “lo correcto”? En cuanto a correcto, yo creo que algo es correcto cuando a ti te lo parece, mientras no incumpla la ley y no haga daño a nadie. Porque acaso alguien tiene la verdad sobre lo que es lo correcto en cada ocasión, ante cada situación? Para darte cuenta de que para “correcto” colores, googlea “la forma correcta de”… En primer lugar, es curioso el tipo de cosas las cuales la gente quiere hacer correcto. Desde congelar alimentos, hasta caminar, cepillarse los dientes u orar según conny mendez. En este último caso, la respuesta es correcta porque lo dice Conny Méndez. En los demás, cada entrada refleja una opinión diferente de lo que es “correcto”. Y en cuanto a “la buena decisión”, he llegado a creer que no existe una cosa como la buena o la mala decisión. Las decisiones simplemente son las que tú tomas y cada una te va a enseñar algo que tenías por aprender. Otra cosa es que te guste o no el resultado de tu decisión… Veamos un ejemplo. Yo al terminar la carrera decidí venirme a vivir a España. Mi tutor de tesis me había ofrecido trabajar en la universidad, pero yo quería ver mundo y hacer cosas diferentes. Y diferentes fueron: tras casi un año buscando trabajo “de lo mío” acabé aceptando trabajos de teleoperadora o entrevistadora a pie de calle. No solo no me gustaba: la niña mimada a la que la vida siempre le había sonreído y todo le había salido solo estaba indignada. “Yo… persiguiendo al personal por la Calle de Bravo Murillo mientras el mundo se está perdiendo mis cuantiosos talentos por tonto… Y encima me pagan una miseria. Vaya injusticia. Un día se darán cuenta.” Y desde el punto de vista de “tomar la buena decisión”, mucha gente en su momento hubiera dicho que la mejor opción hubiera sido quedarme en Holanda y aceptar el puesto en la Universidad.
Ahora, resulta que esa experiencia no sólo me enseñó la dosis de humildad que me faltaba, y que la consecución de resultados no siempre depende de lo bueno que eres o crees ser, sino además me ayudó más adelante en mi carrera de marketing. Tenía clarísimo cómo encargar un estudio de mercado y en qué fijarme al contratar una campaña de telemarketing. Seguro que tú también tienes ejemplos de cómo una cosa que decidiste y no salió como te hubiera gustado, con tiempo y perspectiva resultó ser hasta buena. Es por ello que me atrevo a decir que lo que decidas estará bien. Porque toda decisión encierra un aprendizaje. Porque lo que decidas nunca impactará tu vida tanto como lo que haces con el resultado. Como me gusta decir, cambiar de opinión no te resta hombría. Y lo que es más importante: cuando dejas de intentar “tomar la decisión acertada”, notarás que en el fondo ya sabes qué hacer. Tu elección visceral (no es por nada que al intestino lo llaman el segundo cerebro), ese “quiero (o no) hacerlo” es tu mejor decisión. Ya sabes qué hacer. Siempre. Cuando estamos ante una decisión difícil nos da miedo seguir nuestra intuición y nos ponemos a confeccionar listas de pros y contras. Utilizamos “la razón” para generar la justificación racional de nuestra decisión. Y así nos quedamos más tranquilos. Pero hey, nunca sabrás si una decisión ha sido la mejor hasta después. Y ni siquiera entonces: podría haber habido otra todavía mejor. Nunca sabrás lo que hubiera pasado si… Así que deja que tu sabiduría innata te guíe. Acalla un momento la razón y escucha lo que te dicen tus tripas. Si tus tripas dicen “sí”, sienta bien; y eso significa que quieres hacerlo. A eso lo llamo yo una buena decisión. Y recuerda que si no te trae lo que necesitas, siempre puedes cambiar de opinión y tomar otra decisión. Así de fácil. Hay personas a las que -después de tantos años de hacerle caso omiso- les cuesta reconectar con su intuición. Si te encuentras entre ellas y en algún momento no estás seguro de estar haciendo lo que realmente quieres estar haciendo, haz este pequeño experimento: pon la palabra “quiero” delante de lo que estés haciendo. Quiero estar escribiendo este post (sí, ¡me encanta!) Quiero estar comiéndome este donut (uff… en realidad no…) Quiero estar preocupándome por la reunión de mañana (jajaja!) No me refiero a si te apetece, sino si muy dentro de ti quieres. Si es así, hazlo. Y si no… ¡deja de hacerlo lo más pronto que puedas! ¿Alguna decisión que rectificar? ¡Recuerda que no te puedes equivocar! No seas tímido y compártelo en los comentarios.
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¿Qué convierte a una vida en una vida bien vivida? En este blog trato las claves que me voy encontrando en mi experiencia, en mi práctica de coaching y en mis clases y talleres. Sin un orden particular. Déjame tus preguntas y reflexiones en los comentarios. Archivos
Agosto 2021
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